Reseña: En las nubes, de Ian McEwan

agosto 17, 2018



  • Sinopsis: En estos siete episodios, Peter Fortune, un hombre adulto, nos revela el secreto de las metamorfosis y las aventuras de su infancia. Peter es un niño de diez años a quien los adultos consideran problemático sólo porque vive inmerso en sus fantasías. Entre la ficción y la realidad, Peter experimenta fantásticas transformaciones y nos traslada a fascinantes universos: intercambia el cuerpo del gato de la familia por el de un niño malhumorado, lucha contra una muñeca diabólica que busca venganza, y descubre en un cajón una especie de crema facial que hace desaparecer a la gente. Y en la última historia se despierta como un niño encerrado en el cuerpo de un adulto, y se embarca en la aventura de enamorarse. Conmovedora, irreal y extraordinaria, esta novela es una celebración de la imaginación y la fantasía.
  • Año de publicación: 2007 (1994).
  • Número de páginas: 152.
  • Editorial: Anagrama
  • Opinión: Lo que más me gustó es esa mezcla entre ficción y realidad y la frescura que me aportó en un caluroso día de verano. Creo que es un libro que todo el mundo debería leer porque nos hace pensar sobre ese “pequeño” cambio de la infancia a la edad adulta. Además, es un libro muy breve que se lee en poco tiempo y cada una de las historias son muy divertidas. Ian McEwan nunca defrauda y después de leer Expiación (uno de mis libros favoritos), me resultó tan diferente que hizo que me gustara más.
  • Si te gustan...las historias breves con una mezcla de realismo y de fantasía bien escrita, esta es tu historia.
Peter empezó a darse cuenta de lo diferentes que eran el mundo de los niños y el de los adultos. No podía decirse exactamente que los padres nunca se divirtieran. Salían a nadar, pero nunca más de veinte minutos. Les gustaba jugar al voleibol, pero sólo durante una media hora. De vez en cuando era posible convencerlos para jugar al escondite, a pillarse o para construir un castillo de arena gigante, pero eran ocasiones especiales. El hecho era que todos los adultos, si se les daba la mínima posibilidad, preferían dedicarse a una de estas tres actividades en la playa: sentarse y hablar, leer periódicos y libros o dormir. Su único ejercicio (si puede llamarse así) era los prolongados y aburridos paseos, que no era más que excusas para seguir hablando. En la playa, a menudo miraban el reloj y, mucho antes de que nadie tuviera hambre, empezaban a comentar que ya era hora de empezar a pensar en el almuerzo o la cena.

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